Rusia 2018


El mundial del VAR y el ocaso del tiqui-taca


Rusia albergó por primera vez una Copa del Mundo en una época de grandes turbulencias políticas a nivel mundial. La guerra de Siria, la llegada del controvertido Trump a la presidencia de Estados Unidos, y la permanente amenaza del terrorismo islámico sobre occidente, hacían presagiar un mundial repleto de problemas. Sin embargo, el campeonato fue un verdadero éxito en cuestiones de seguridad y organización. No se recuerda ni un solo incidente reseñable durante los 32 días en los que rodó la pelota.


Los incidentes llegarían en forma de catástrofes deportivas. El de Rusia fue, probablemente, el mundial más imprevisible de la historia. Las favoritas fueron cayendo una a una como las hojas en otoño. Ante esta situación, ¿podría una selección de segunda fila obtener el codiciado trofeo? La sangría comenzó en la fase de clasificación, donde Italia y Holanda ni siquiera pudieron obtener el billete a Rusia. Italia quedó encuadrada en el grupo de España, que humilló a la azzurra en el Bernabéu (3-0) con una exhibición de Isco. Condenados a la repesca ante Suecia, los italianos cayeron 1-0 en Solna y fueron incapaces de remontar en Milán. El fútbol transalpino seguía inmerso en una profunda crisis. Sin rastro de su identidad y sin relevo generacional para los Buffon, Pirlo, Cannavaro, o Totti, los tifossi reclamaban una revolución en el calcio para recuperar el orgullo perdido. Holanda, por su parte, se miraba en el espejo italiano, Añorando a los Sneijder, Robben o Van Persie, los naranjas quedaron terceros en su grupo por detrás de Francia y la propia Suecia.

El mundial de Rusia dejó patente el giro hacia un fútbol más físico y especulativo en detrimento del tiqui-taca que había reinado en la última década. La estrategia a balón parado tomó un protagonismo capital, decidiendo la mayoría de los encuentros. Otro aspecto reseñable fue la igualdad entre las selecciones. En un mundo globalizado, los equipos progresaron en cuestiones tácticas y de conocimiento del rival. Incluso las selecciones más humildes poseían un staff técnico profesional que optimizaba el rendimiento físico de los jugadores. Por todo ello, selecciones que en principio parecían una perita en dulce, se convertían en conjuntos rocosos muy difíciles de superar. Apenas se produjeron goleadas y la mayoría de los partidos se decidieron por la mínima, merced a pequeños detalles.

A Rusia llegaba Alemania con la eterna etiqueta de favorita y con la vitola de vigente campeona. La maldición de la defensora del título dictaba que caería en la fase de grupos. Maldición que sufrió Francia en 2002, Italia en 2010 y España en 2014. Pero era Alemania y nadie en su sano juicio preveía la debacle germana. No era para menos; jamás la Maanschaaft había caído en la primera fase. Pues bien, la maldición fulminó a Alemania para sorpresa del planeta entero. México, practicando un fútbol valiente, les venció en el primer encuentro con un tanto de Lozano. Un golpe franco perfectamente ejecutado por Kroos en el minuto 95, evitó la catástrofe ante Suecia. Pero en el tercer y definitivo partido, ante una Corea del Sur ya eliminada, los asiáticos enterraron a la exquisita generación teutona con dos goles en el tramo final. El segundo tanto dejó en evidencia al mítico guardameta Neuer, que trató sin éxito de regatear a un coreano en el área contraria. El portero perdió el esférico y permitió a Son marcar a placer. Un triste epitafio para una de las épocas más doradas del fútbol alemán.


Messi llegaba al mundial en un aparente gran estado de forma. Había firmado una buena temporada y una vez más todos los focos se fijaron en él. La desgracia para la pulga es que Argentina no lograba reunir un buen plantel para competir con garantías. Todo se torció en el primer encuentro ante Islandia. Los nórdicos se adelantaron y Agüero empató con una gran maniobra en el área. En la segunda mitad Messi erró un penalti y el partido acabó en empate. Argentina, país que vive como ninguno los éxitos y fracasos de su selección, derramó toda su ira contra Messi y el míster Sampaoli. Con el ambiente ya enrarecido y un Messi taciturno que dejó un histórico gesto de agobio en los himnos (foto), Croacia le pintó la cara a la albiceleste que encajó un durísimo 3-0 en contra. En el tercer y definitivo partido, Messi apareció para marcar un soberbio gol a Nigeria. Empataron los africanos, pero Marcos Rojo obró el milagro en el 85. Gracias a él, y a Croacia que ganó a Islandia, Argentina se metió en octavos arrastrándose por la gatera.

Francia, probablemente el plantel más temible del campeonato, mostró un juego soso pero contundente. Con tres portentos físicos en medio campo (Matuidi, Kanté y Pogba) y una gran pareja de centrales (Varane y Umtiti), los franceses eran un equipo difícil de abordar. Griezmann y Mbappé se encargaban del talento ofensivo. No tardaron en surgir las comparaciones con la selección del 98. Aquella Francia del mestizaje cuyo capitán, Didier Deschamps, era el seleccionador francés en Rusia.

Las otras favoritas cumplieron con más pena que gloria el objetivo de superar la fase de grupos. Brasil, con su gran estrella Neymar cogiendo el tono físico tras una larga lesión, avanzó con dificultades tras un empate con Suiza y una agónica victoria ante Costa Rica. También se clasificó Inglaterra que llegaba a Rusia con una joven generación de futbolistas con ganas de enterrar para siempre la maldición británica en la Copa del Mundo. En su grupo se toparon con Bélgica, la sensación del mundial. Los belgas sabían que estaban ante su gran oportunidad. Llegaban con la mejor generación de su historia y en la mejor edad posible (foto). Sin duda Bélgica realizó el mejor fútbol del campeonato. Es digna de recordar su victoria en el tercer encuentro del grupo ante Inglaterra. Más adelante explicaremos el porqué.

En el repaso a la actuación de las candidatas al título, hemos dejado para el final a una cuya historia en el mundial empezó a escribirse 48 horas antes de rodar el balón. España aterrizó en Rusia con una gran selección, mezcla de jóvenes talentos y algún veterano cosecha del 2010. Lopetegui parecía haber dado con la tecla para dotar de nuevos aires a un equipo que venía de fracasar en 2014 y 2016. España era clara favorita en las apuestas. Sin embargo, a dos días de empezar el mundial, cayó la bomba. El Real Madrid hizo público el fichaje sorpresa de Lopetegui, seleccionador nacional, que se incorporaría al club en cuanto terminara el campeonato del mundo. En la federación, el presidente entrante, Rubiales, entro en cólera y viajó a la ciudad rusa de Krasnodar, sede de la selección, para destituir de inmediato a Lopetegui. El presidente alegó una intolerable falta de responsabilidad y valores por parte del técnico vasco y del Real Madrid, por negociar a sus espaldas y no esperar a la finalización del mundial para hacer público el acuerdo. El planeta entero se frotaba los ojos. En una situación insólita, una de las favoritas se deshacía de su entrenador a menos de 48 horas de empezar el mundial. El director técnico, Fernando Hierro, sustituyó a Lopetegui como solución de emergencia. Lo cierto es que España, con la ya histórica crisis de Krasnodar, iniciaba su camino hacia la autodestrucción.



En el primer encuentro ante Portugal, vigente campeona de Europa, España enlazó tramos de buen juego con fallos imperdonables en defensa. Mención aparte merece el partido de Cristiano Ronaldo, que anotó tres goles en una tarde memorable para volver a encender el debate entre los seguidores del luso y los devotos de Messi. Eso sí, el segundo tanto fue una cantada mayúscula del guardameta De Gea, que fue incapaz de detener un inocente disparo desde fuera del área (foto). El partido terminó en empate (3-3) que dejó un sabor agridulce a los aficionados hispanos. En el segundo encuentro, ante Irán, ya se pudo comprobar que algo no iba bien. España jugó muy lenta, sin ideas en ataque y nerviosa en defensa. Un gol de rebote de Diego Costa le dio los tres puntos al combinado español que parecía deambular por Rusia con la cabeza puesta en otra parte. En el tercer partido del grupo, ante una Marruecos ya eliminada, a España le salvó el videoarbitraje. Y es que el de Rusia fue el mundial del VAR. Por primera vez los colegiados tuvieron la ayuda de la tecnología en las jugadas más trascendentales del encuentro. España perdía 2-1 y se encontraba al borde del KO. En el minuto 90, Iago Aspas anotó un gran tanto de espuela que fue anulado por el juez de línea. Al mismo tiempo, en el otro partido del grupo entre portugueses e iraníes, un jugador luso tocaba el balón con la mano dentro del área sin que el trencilla apreciara penalti. El VAR entró a valorar ambas jugadas, por lo que los encuentros se detuvieron momentáneamente. Tras la consiguiente revisión, el VAR dio el gol de Aspas como válido y pitó penalti a favor de Irán. Ver para creer. España, con cinco tristes puntos y un juego plomizo, pasaría a octavos como primera de grupo.





Quiso el azar que en la fase final se formaran dos cuadros absolutamente opuestos. Con los resultados de la primera fase, por un lado quedó formado el "cuadro de la muerte" y por otro "el cuadro de la suerte". Como decíamos antes, Bélgica se enfrentaba a Inglaterra para decidir la posición final en su grupo. Se dio la circunstancia de que el primero de grupo se podría cruzar con brasileños, franceses, argentinos y uruguayos, mientras que el segundo tendría un camino teóricamente más despejado hasta la final. Bélgica no especuló y venció a los ingleses que quedaron encantados con la situación. La decisión belga de competir el encuentro fue aplaudida por el aficionado neutral, que simpatizó con los diablos rojos hasta el final del campeonato.

El mejor partido de octavos fue, probablemente, el mejor del campeonato. Argentina, que se había colado en octavos con más pena que gloria, se enfrentó a Francia dejando sus complejos a un lado. En un encuentro vibrante, el poderío francés venció a la pasión argentina (4-3), que al menos vendió cara su piel. El partido será recordado por la exhibición de Mbappé frente a un Messi melancólico y abrumado. Para el recuerdo la carrera memorable del delantero blue en el primer tanto del partido dejando atrás a todos los argentinos y siendo, finalmente, objeto de penalti (foto). El relevo generacional empezaba a ser una realidad. El joven francés, además de asistir y desbordar, anotó dos goles decisivos. Algo que con 19 años, en un mundial, solo había realizado un tal Pelé.

El destino es caprichoso. El día que Messi descendía a los infiernos mundialistas, su eterno rival, Cristiano, también hacía las maletas con rumbo a Madeira. Uruguay demostró su devoción por el deporte rey y su mágica relación con los mundiales. Cavani, por dos veces, perforó la meta lusa ante un Cristiano desaparecido. La estrella aspirante al trono, Neymar, sí cumplió en octavos tras un buen partido ante México. Una buena actuación empañada por sus continuos piscinazos y simulaciones que inundaron las redes sociales de bromas y memes.

España llegaba a los octavos por el teórico cuadro fácil. El primer escollo era la selección anfitriona, Rusia, que llegaba a su mundial con una de las peores generaciones de la historia. Los hispanos se adelantaron muy pronto merced a un tanto en propia meta. Con un planteamiento ultradefensivo y el apoyo e su hinchada, los rusos empataron gracias a un absurdo penalti cometido por Piqué. Con el 1-1 en el marcador, España comenzó a mover la pelota de un lado a otro del campo sin ningún tipo de profundidad. Más de mil pases realizaron los españoles en lo que es el record absoluto en un mundial. Eso sí, cada pase mas inútil que el anterior. El tiqui-taca moría en una especie de siniestra parodia en la que los jugadores parecían hechizados por algún tipo de conjuro maligno. Lobotomizados por la adoración al pase horizontal, nadie parecía coger el toro por los cuernos para romper la defensa rusa. Los argentinos, verdaderos genios en el arte de la palabra, bautizaron a España como la canción de cuna. Con este panorama, se llegó a los penaltis donde suele vencer el que moralmente se encuentra mejor. El discutido De Gea emuló a Zubi en el 86 y no detuvo ningún lanzamiento. La mal llamada Roja, a 48 horas de empezar el mundial, perdió el alma y la cabeza. En Moscú, ante la anfitriona, la autodestrucción se había consumado.

Y llegaron los siempre emocionantes cuartos de final, donde aguardaba un auténtico partidazo. Bélgica, la sensación del mundial, y Brasil, siempre favorita, se enfrentaban en un atractivo cruce. Los belgas habían remontado en octavos un 0-2 en contra ante la sorprendente Japón. Los nipones llegaron al último minuto del encuentro con empate a 2 y córner a favor. Sacaron de esquina, perdieron el esférico y en la contra Bélgica anotó el 3-2 definitivo. Una jugada que explica por qué el fútbol japonés nunca llegará a competir con los mejores. Brasil, por su parte, llegaba con las expectativas intactas. Sin embargo, los diablos rojos dieron una lección de fútbol directo, vertical y sin especulaciones. Vencieron con solvencia y provocaron un nuevo cataclismo en la canarinha, que acumulaba 16 años sin ganar una Copa del Mundo. Demasiados para un país acostumbrado a la gloria. Bélgica, por su parte, lanzaba un serio aviso a sus vecinos franceses: habían viajado a Rusia para levantar el trofeo.

En el teórico cuadro fácil, Inglaterra, que había dejado fuera a Colombia en un polémico partido, venció a Suecia en cuartos y casi sin hacer ruido se habían plantado en semifinales. Allí les esperaba la gran sorpresa del campeonato: Croacia. Tras vencer a Dinamarca y Rusia en los penaltis, la generación croata de Modric, Rakitic y Perisic ya había igualado las semifinales de Francia 98 donde los Suker, Boban y Prosinecki se convirtieron en leyendas. Mandzukic se sumó al libro de oro croata para anotar en la prórroga el 2-1 definitivo que metió a los de cuadros en la final. La locura fue tal, que los jugadores en su celebración derribaron a un fotógrafo que, medio aplastado en el suelo, no dejó de tomar instantáneas (foto). Zagreb era una fiesta. Inglaterra, con una generación muy joven, perdía una oportunidad de oro para regresar al olimpo mundialista.




Francia había caminado con paso firme en el cuadro difícil. Tras despachar a Uruguay en cuartos, se enfrentó a Bélgica en lo que se suponía una final anticipada. Los belgas, sin embargo, en ningún momento pudieron desplegar su juego. Francia propuso un partido cerrado, sin alternativas y en definitiva, bastante aburrido. Un gol a balón parado de Umtiti puso de nuevo en evidencia las similitudes de este plantel con el del 98. Bélgica se despidió casi sin jugar. Un triste final para los Hazard, Lukaku, De Bruyne, Courtois y compañia. Una generación belga que mereció poner la guinda al pastel. Al menos se llevaron el premio de consolación, ganando a los ingleses en el siempre incómodo partido por el tercer y cuarto puesto.

La final, esta vez, no tuvo demasiada historia. Croacia bastante había hecho ya con llegar al último partido del campeonato. Francia, si ya era muy superior, tuvo además la colaboración del colegiado que se inventó una falta para que Griezmann colgara el balón y Mandzukic, héroe en las semis, anotara en su propia portería. El propio Griezmann anotó de dudoso penalti el segundo, reivindicándose como uno de los aspirantes al trono de Messi. Lo cierto es que el principito francés cuajó un mundial excelente. Pogbá y el otro aspirante, Mbappé, sellaron la goleada de los blues. A pesar del pundonor croata, Francia reconquistaba el título mundial y recibía el trofeo de manos del presidente ruso, Vladimir Putin, bajo un intenso aguacero.

@RaúlAriño






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