Corea y Japón 2002
Para el mundial de 2002, la FIFA decidió explorar nuevos horizontes con dudoso resultado. Por primera vez la Copa del Mundo se celebraba lejos de Europa o América y además, dos países organizarían conjuntamente el campeonato. Corea del Sur y Japón fueron las elegidas para albergar un mundial que dejó descontento a casi todo el mundo. La nota más destacada y a la vez más triste del torneo, fueron las polémicas actuaciones arbitrales que en muchos partidos rozaron el esperpento.
En su intento por ganarse al público asiático, la FIFA permitió que Corea del Sur se viera claramente beneficiada por los colegiados, lo que llevó a la selección coreana hasta las semifinales del torneo. Es cierto que a lo largo de los mundiales las selecciones anfitrionas siempre se vieron favorecidas por un arbitraje “casero”, pero en esta ocasión al amigo Blatter se le fue la mano.
La gran favorita, para variar, era la selección brasileña. Scolari confió ciegamente en el rendimiento de un Ronaldo que durante el año había sufrido varias lesiones. Muchos decían que “el fenómeno” no estaba en condiciones de disputar un mundial. Es cierto que su estado de forma no era el más adecuado, pero Ronaldo no podía olvidar la final de Francia 98 en la que jugó visiblemente enfermo. Debía levantar la copa y sacarse la espina. No le quedaba otra. Para ello contaba con la colaboración de un brillante elenco de estrellas en el que destacaban jugadores como Rivaldo, Ronaldinho, Denilson, Kakà, Cafú, Roberto Carlos o Lucio.
Una vez más, Holanda fue la gran ausente. En la clasificación, Portugal y una sorprendente Irlanda dejaron fuera del mundial a la “orange” que certificó su condición de equipo intermitente en la Copa del Mundo. Los aficionados lloraron la ausencia de Holanda, una selección históricamente ofensiva, alegre y de buen trato de balón. Aspectos totalmente desaparecidos en el fútbol de aquellos años en donde imperaba la rígida táctica y el aspecto defensivo en detrimento de la imaginación, el toque y el buen fútbol. La victoria de la ultradefensiva Grecia en la Eurocopa del 2004 fue un síntoma claro de que el deporte rey no pasaba por su mejor momento.
En la fase de grupos saltaron varias sorpresas. Francia se presentaba en Corea y Japón como actual campeona y gran rival a batir. Sin embargo, los franceses se pegaron una de las mayores castañas que se recuerdan en la historia de los mundiales. No sólo cayeron en la primera fase, sino que además no fueron capaces de anotar ni un solo tanto. Y eso pese a tener en su delantera a los tres máximos goleadores de las principales ligas europeas: Trezeguet (Italia), Cissé (Francia) y Henry (Inglaterra). Todo empezó mal cuando en el primer partido, Senegal les derrotó con un gol de Bouba Diop. Se dio la circunstancia de que la mayoría de los jugadores senegaleses vivían y jugaban en Francia. Después, ante Uruguay, los galos no pasaron del empate a cero. Zidane, que no pudo disputar los dos primero partidos, regresó al tercero para rescatar a los “blues”. Su aportación fue nula. Dinamarca humilló a Francia (2-0) con goles de Rommedahl y Tomasson. Los galos decían “au revoir” a las primeras de cambio y las favoritas se frotaban las manos.
Otra de las grandes sorpresas de la fase de grupos fue la eliminación de Argentina en el denominado “grupo de la muerte”. Argentinos e ingleses volvían a verse las caras tan sólo cuatro años después de su último enfrentamiento mundialista. Beckham se presentó en Sapporo con la intención de obtener el perdón de la afición británica. Lo consiguió. Al rubio no le tembló el pulso para anotar de penalti el único gol del partido y enterrar para siempre la triste expulsión de Francia 98. Después, en la tercera y última jornada, Argentina no pasó del empate ante Suecia lo que hizo que Inglaterra pasara a octavos a pesar de igualar a cero con Nigeria.
Brasil arrolló a todos sus rivales. Es cierto que quedó encuadrada en un grupo bastante sencillo con Turquía, China y la Costa Rica del mítico Wanchope. Tan sólo los turcos fueron capaces de plantar cara a la “canarinha”, demostrando que habían llegado al mundial con ganas de hacer ruido. También Alemania e Italia, con algunas dificultades, se clasificaron para los octavos de final. De los alemanes no se esperaba gran cosa (grave error), mientras que los italianos se colaron en el último suspiro con un gol de Del Piero ante México.
Para sorpresa del personal, las dos selecciones anfitrionas también se clasificaron como primeras de grupo. Las aficiones nipona y coreana se volcaron de forma emotiva con sus equipos lo que les llevó a superar a rivales teóricamente muy superiores. Japón, por ejemplo, venció (1-0) a la selección rusa de Karpin, Titov y Bestchastnykh, mientras que Corea hizo lo propio con la Portugal de Figo, Rui Costa y Nuno Gomes. En este último encuentro, el polémico arbitraje del colegiado argentino Ángel Sánchez disparó las suspicacias sobre las posibles ayudas de la organización hacia las selecciones de casa.
España llegó a Corea con algo más de cautela que en anteriores mundiales. Por primera vez, los hispanos ganaron sus tres partidos de grupo y se clasificaron sin apuros para los octavos de final. Raúl tiró del carro en un equipo muy competitivo en el que jugadores como Xavi, Puyol y Casillas comenzaban a ganar protagonismo. En el banquillo, el carácter de Camacho fue contagiando a una afición española que terminó por creer en su selección.
Ya en octavos de final, Paraguay se enfrentó a Alemania. Con Chilavert aún en la portería, los suramericanos volvieron a poner en serias dificultades a una de las grandes favoritas. Paraguay jugó mejor y tuvo varias ocasiones claras para adelantarse en el marcador, pero el carismático portero alemán Oliver Kahn estuvo inmenso bajo los palos. En el minuto 88, Neuville remató un buen centro de Schneider y terminó con las esperanzas paraguayas.
Turquía, con un tanto de Davala, dejó fuera a una débil selección japonesa que no fue capaz de avanzar a los cuartos ni con ayudas arbitrales. Senegal, por su parte, dio la campanada al eliminar a Suecia con un gol de oro de Camara convirtiéndose en la primera selección africana en meterse entre las ocho mejores.
España, también en octavos, desconfiaba de una selección irlandesa que había dejado sin mundial a Holanda y se había cargado en su grupo a la potente Camerún de Samuel Eto’o. Morientes marcó en los primeros minutos de juego para poner el encuentro de cara. Muchos pensaban que aquello sería un paseo. Pero cuando España juega un partido de fútbol, todo es posible. Primero Juanfran cometió penalti sobre Duff. Casillas lo paró. Después, cuando todo parecía decidido, en la última jugada del encuentro Hierro agarró de forma inocente al gigantón Quinn. El colegiado no lo dudó y señaló la segunda pena máxima del partido. Esta vez Irlanda empató y el partido se fue a la prórroga. Allí, con Luis Enrique y Albelda lesionados, los irlandeses nos metieron en nuestra área a base de pelotazos. Helguera y Puyol completaron un encuentro formidable para frenar el bombardeo y decidir el pase en los penaltis. En la tanda del miedo, por una vez la suerte estuvo del lado español. Bueno… la suerte y “el santo”. Casillas detuvo dos lanzamientos y comenzó a escribir su leyenda (foto). La euforia, ahora sí, estaba desatada.
El escándalo saltó en la última de las eliminatorias de octavos. Corea del Sur e Italia se enfrentaban en un estadio repleto de ojos rasgados. El encuentro fue muy intenso. Buffon paró un penalti en los primeros minutos y poco después, Vieri adelantó a los italianos a la salida de un córner. A pesar del tanto, el delantero interista falló varias ocasiones claras que pudieron sentenciar el choque. A medida que el partido avanzaba, el colegiado ecuatoriano Byron Moreno se fue convirtiendo en protagonista. Su permisividad con el juego duro coreano fue excesiva y además le birló un penalti a Italia. A dos minutos del final, Seol aprovechó un fallo de Panucci para empatar la eliminatoria e ir a la prórroga.
En la primera mitad del tiempo añadido, Totti se internó en el área y fue derribado por un defensa asiático. Byron Moreno no sólo dejó el penalti en el limbo, sino que además expulsó a Totti por un supuesto piscinazo (foto). Por si esto fuera poco, en la segunda mitad Tomassi se quedó solo frente al arquero coreano, le regateó y marcó a puerta vacía. El linier levantó la bandera y anuló el tanto pese a que el jugador italiano se encontraba en posición legal. Con Italia en inferioridad numérica, el partido terminó jugándose en el área de Buffon. Un centro desde la izquierda fue rematado por Jung Hwan Ahn que anotó el gol de oro y clasificó a Corea del Sur. El delantero coreano militaba en el Perugia, club que le despidió de inmediato por “ofender al país que le daba de comer”. Pero las iras de los italianos no se centraron en Ahn. El colegiado Byron Moreno fue señalado por toda Italia como el responsable de la eliminación azzurra. Años después, el extraño árbitro ecuatoriano fue detenido en el aeropuerto de Nueva York por posesión de drogas. Nada menos que seis kilos de heroína.
En cuartos de final, Brasil e Inglaterra ofrecieron un buen espectáculo que terminó con los cariocas en semifinales. Inglaterra empezó francamente bien el choque adelantándose con un gol de Owen. El pequeño delantero inglés le robó la cartera a Lucio y con un buen movimiento tiró al portero brasileño al suelo para marcar a placer. Ya en la segunda mitad, Rivaldo recibió un pase de Ronaldinho para empatar a uno. Poco después, el propio Ronaldinho se convirtió en héroe al anotar un gol espectacular. El crack brasileño puso en la escuadra una falta lateral muy lejana cuando todo el mundo esperaba un centro al área. Es cierto que el discutido meta inglés Seaman colaboró de forma decisiva en la ejecución del tanto (foto). Quizás Ronaldinho vio el mítico gol de Nayim al propio Seaman en la Recopa del 95 y decidió probar suerte. Quién sabe… El caso es que el tanto de Ronaldinho clasificó a Brasil para las semis y terminó con la carrera del meta inglés.
EEUU se había colado en los cuartos por segunda vez en su historia. Allí le esperaba Alemania, que a la chita callando ya estaba entre las ocho mejores. Los americanos tenían en Landon Donovan a su hombre de referencia. El que es, sin duda, el mejor futbolista norteamericano de toda la historia, cuajó un excelente mundial. Sin embargo, su calidad no fue suficiente para frenar la maquinaria pesada alemana. Ballack tiró de galones para adelantar a su equipo. Oliver Kahn hizo el resto bajo los palos demostrando que aquel era el mundial de los porteros.
Turquía y Senegal disputaron la eliminatoria de cuartos más exótica. Con la presión de hacer historia para sus países, ambos se dedicaron a proteger su portería y esperar una jugada aislada. No fue hasta el minuto cuatro de la prórroga cuando el suplente Masiz anotó el gol de oro que hizo enloquecer Turquía. Los de la luna y la estrella tenían una buena generación de futbolistas comandada por el delantero Hakan Sukur y los centrocampistas Davala, Hasan Sas y Basturk. La todopoderosa Brasil les esperaba en semifinales y afrontaban el choque sin nada que perder.
El otro partido de cuartos será recordado por todos los españoles como el día en que nos robaron la ilusión. Tras el polémico enfrentamiento entre coreanos e italianos, los asiáticos se presentaron en Gwangju con la intención de repetir machada y eliminar a España. En la piel de toro nadie esperaba que se pudiera repetir un arbitraje tan bochornoso como el de los octavos de final. Éramos superiores y debíamos pasar la eliminatoria. Sin embargo, algo empezó a oler a chamusquina cuando el egipcio Al-Ghandour anulaba en la primera mitad un tanto absolutamente legal de Ivan Helguera. Mientras tanto, los coreanos pusieron de nuevo en práctica un juego agresivo, siempre al límite del reglamento. El extremo sevillano Joaquín pudo dar buena cuenta de ello. Así avanzó el choque sin que nadie pudiera adelantarse en el marcador.
En la prórroga, llegó el atraco sin pistola. Un centro de Joaquín fue rematado por Morientes que coló el esférico en la meta coreana. Incomprensiblemente, el linier levantó la bandera anulando la jugada porque el balón había salido del terreno de juego. La repetición demostró que el colegiado se volvía a equivocar. En la segunda mitad de la prórroga, un balón al hueco de Mendieta dejó a Morientes sólo frente al guardameta. De nuevo el linier levantó la bandera señalando un fuera de juego que no era por más de un metro. Frustrados por un arbitraje lamentable, España se jugó el pase en los penaltis. Allí Casillas no pudo obrar el milagro. El mejor jugador del encuentro, Joaquín, erró su lanzamiento y la selección se fue para casa. La imagen de Ivan Helguera, protestando fuera de sí al árbitro egipcio, dio la vuelta al mundo (foto). Muchos se quedaron con la sensación de que Al-Ghandour se cargó el que podía ser, definitivamente, el mundial de España.
Con el mundo clamando contra la FIFA, Corea del Sur se enfrentó en semis a los alemanes. Ante la avalancha de críticas por la actuación de los trencillas, Blatter decidió designar como colegiado del encuentro al convincente Urs Meier. La goma ya se había estirado demasiado, así que las ayudas arbitrales se terminaron. Alemania venció de la misma manera que en los anteriores encuentros. Ballack anotó (foto) y Oliver Kahn frenó todas las intentonas asiáticas. Sin hacer ruido, Alemania se había plantado en la final.
Por otro lado, Brasil sufrió más de la cuenta para deshacerse de Turquía. La resistencia turca no fue una sorpresa, pues en la fase de grupos ya se habían enfrentado con idéntico resultado. Ronaldo decidió el choque con una magnífica jugada. Rodeado de contrarios, se llevó el balón en tres cuartos de campo y una vez en el área, metió la puntera para firmar un gol propio de fútbol sala. “El fenómeno” estaba de vuelta y ya nadie iba a poder pararlo.
Tras el partido por el tercer puesto en el que destacó el gol más rápido de los mundiales (Hakan Sukur a los once segundos de juego), Brasil y Alemania se citaron en Yokohama para disputar una final inédita. Ronaldo se presentó con un extraño peinado y las ganas de erigirse como campeón del mundo, mejor jugador del torneo y máximo goleador. Todo en uno. En el otro bando, destacaba la eterna eficacia alemana comandada por un gran Michael Ballack y el ogro de las porterías: Oliver Kahn. Un ogro que fue incapaz de blocar un inofensivo disparo de Rivaldo lo que permitió a Ronaldo agradecer el regalo y anotar sin oposición. Minutos después, la pareja de oro brasileña volvía a hacer de las suyas. Rivaldo dejó pasar el cuero con un amago genial y Ronaldo apuntilló a los alemanes. Con éste eran ocho los goles anotados por “el fenómeno” en el campeonato. Alemania, por su parte, fue una sombra de sí misma. Ballack desapareció y Kahn, con la cantada en el primer tanto, empañó su espléndido mundial. Aún así, recibió el trofeo al mejor jugador del torneo ante la incredulidad de todo el planeta, incluido Ronaldo. Daba igual. Brasil se convertía en pentacampeona y “el fenómeno” tocaba el cielo con la punta del flequillo.
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