Francia 98
Francia y Marruecos llegaron juntas al final de la carrera por albergar el último mundial del siglo XX. Como era de esperar, los franceses terminaron por llevarse el gato al agua. La estrella de su proyecto fue el Stade de France, en Saint-Denis. Un faraónico complejo deportivo con aforo para más de 80.000 espectadores. Ningún francés dudaba de la capacidad organizativa de su país. Sin embargo, su selección nacional no se había clasificado para los dos últimos mundiales y temían un ridículo histórico. Por ello el seleccionador galo Aime Jacquet aprovechó el tirón del mestizaje francés para formar un bloque de garantías. Aquel equipo contaba con jugadores de diversos orígenes como Zidane (argelino), Thuram (caribeño), Lizarazu (español), Trezeguet (argentino), Karembeu (neocaledonio), Desailly (ghanés), Djorkaeff (armenio) o Vieira (senegalés). Casi nada.
La principal favorita, como casi siempre, era Brasil. La "canarinha" contaba con una delantera que daba miedo con solo escuchar sus nombres: Rivaldo, Bebeto y Ronaldo. Incluso Mario Zagallo se permitió el lujo de dejar fuera de la lista a Romario, la estrella de USA 94. El crack brasileño abandonó la concentración entre lágrimas poco antes de viajar a Francia. En teoría, la decisión de Zagallo fue puramente técnica. Lo cierto es que la relación entre Romario y Zico, por aquel entonces mánager de Brasil, no era precisamente cordial. En cualquier caso, el mundial echó de menos al jugador de "dibujos animados".
Brasil completó la fase de grupos clasificándose como primera sin pasar demasiados apuros. Y eso que Noruega les mojó la oreja en el último encuentro con el gigante Tore Andre Flo en plan estrella (foto). Francia, por su parte, aplastó a todos sus rivales para tranquilidad de todos los franceses que comenzaron a ilusionarse con el juego de su selección. Inglaterra, por el contrario, tuvo serias dificultades para pasar a octavos. Los británicos se toparon con la gran generación rumana de Hagi y Popescu a los que se les habían unido ahora grandes jugadores como “la cobra” Ilie, Moldovan o Craioveanu.
Italia aprovechó los goles de Christian Vieri para clasificarse sin problemas y Argentina hizo lo propio con Batistuta. Alemania siguió a lo suyo, compitiendo y ganando con un nuevo tanque en la delantera: Oliver Bierhoff. Holanda también se metió en octavos de la mano de un genial Dennis Bergkamp. Parecía que todas las favoritas se habían puesto de acuerdo para verse las caras en futuras eliminatorias. ¿Todas? No. La selección de un soleado país en el que abunda el buen vino, el buen comer y muchos chorizos, se empeñaba en ser fiel a su historia.
España llegaba al mundial de Francia tras completar una fase de clasificación intachable. Se presentaba invicta con 26 goles a favor y 6 en contra. Tan sólo había cedido dos empates en Praga y Belgrado. Con estos números, muchos señalaban a España como uno de los “cocos” del torneo. A pesar de todo, Javier Clemente estaba siendo duramente criticado por un amplio sector de la prensa, lo que provocó que el ambiente en torno a la selección no fuera el más adecuado. En el partido de estreno ante Nigeria, Hierro adelantó a los nuestros en lo que parecía ser un partido tranquilo. Un viejo conocido, Mutiu Adepoju, empató de cabeza, pero Raúl, con una espléndida volea, llevó el 2-1 al marcador. Todo parecía de cara hasta que hizo su aparición la archiconocida paparda hispana. En el minuto 73, Lawal centró de forma inocente desde la banda izquierda y Zubizarreta, de manera incomprensible, se coló el balón en su propia portería (foto). El arquero vasco emuló a Arconada en el 84 y se convirtió en el enemigo público número uno. Tres minutos después, Oliseh, con un gran disparo, nos devolvía a nuestra triste realidad. España, una vez más, comenzaba un mundial perdiendo.
Nos la jugábamos ante la Paraguay de Gamarra, Ayala y Chilavert. El portero paraguayo se encargó de calentar el encuentro en los días previos para darle a su equipo el primer punto: el psicológico. Después, en el campo, paró todo lo que pudo y un poco más. Empate a cero y a depender de terceros en la última jornada. Ante Bulgaria se ganó 6-1 en lo que fue la goleada más amarga de nuestra selección (foto). Paraguay ganó a Nigeria en el otro partido del grupo y nos envió directamente a casa. Las rotativas echaban humo… España era un clamor pidiendo la cabeza de Clemente. El técnico vasco, fiel a su orgullo, decidió continuar en el cargo. Tres meses después, en la clasificación para la Euro 2000, una humillante derrota ante Chipre dictó su sentencia final.
Chile había completado una mediocre fase de grupos y se enfrentaba a Brasil en octavos. Todo el mundo esperaba que la dupla atacante Salas-Zamorano pusiera en jaque a la defensa brasileña. No fue así. Brasil venció 4-1 con dos goles de Ronaldo (foto) y de paso metió miedo a sus futuros rivales.
Por su parte, Francia sudó sangre para eliminar a Paraguay. Los suramericanos plantearon el mismo sistema defensivo que tan bien les había funcionado ante España. El buen hacer de los zagueros paraguayos junto a las intervenciones de Chilavert, hicieron que el encuentro tuviera que resolverse con uno de los inventos más lamentables de la FIFA: el gol de oro. Laurent Blanc marcó en el minuto 113 y el partido se teminó.
La mejor eliminatoria de octavos y seguramente del mundial, fue la que enfrentó a Inglaterra y Argentina. El encuentro tenía una dosis extra de morbo, pues ambas selecciones no se enfrentaban desde la mítica batalla de México 86. Aquella histórica “mano de dios” había hecho demasiado daño al imperio y los británicos clamaban venganza. Era su gran oportunidad. Quizás por eso salieron excesivamente motivados, lo que les hizo cometer penalti en los primero minutos de juego. Batistuta anotó la pena máxima, pero Shearer, también de penalti, empató el partido. Poco después, Owen controló un balón con la espuela, se marchó por velocidad y cruzó el esférico a la escudara de Roa. Un tanto precioso. No fue comparable al “gol del siglo” de Maradona, pero a los ingleses les sirvió de bálsamo para aliviar viejas heridas.
Ya estaban a punto de cicatrizar cuando Zanetti, al filo del descanso, volvió a empatar el encuentro. En la segunda mitad, una jugada aislada iba a cambiar el rumbo del choque. Un encontronazo entre Simeone y Beckham terminó con el inglés en el suelo. Éste se revolvió y soltó una patadita al “Cholo” que cayó fulminado (foto). El colegiado amonestó a Simeone y expulsó a Beckham. De nuevo la picaresca argentina se cruzaba en el camino de Inglaterra. Desde aquel instante, el mediático centrocampista inglés sufrió por parte de sus paisanos un cruel linchamiento que rozó lo inhumano. Argentina venció en los penaltis y Beckham descendió automáticamente a los infiernos.
Brasil esperaba a Dinamarca en cuartos. Por ahí andaban los hermanos Laudrup haciendo de las suyas y ofreciendo un juego alegre y ofensivo. Jorgensen había adelantado a los daneses, pero Bebeto, tras una gran asistencia de Ronaldo, empató el encuentro. “El fenómeno” también asistió a Rivaldo en el segundo, que picó el balón por encima de Schmeichel. Tras el descanso, Brian Laudrup aprovechó un grave error de Roberto Carlos para devolver las tablas al marcador. Pero Rivaldo, con uno de sus disparos desde fuera del área, le dio el pase a la “canarinha”. No había duda… el ataque brasileño era prácticamente imparable.
Italia y Francia, también en cuartos, ofrecieron un pobre espectáculo en un partido que se marchó irremediablemente a los penaltis. Roberto Baggio no lo dudó un instante y asumió la responsabilidad del primer lanzamiento. Esta vez anotó y de alguna manera se quitó la espina de la final de Los Angeles. Sin embargo, Albertini y Di Biagio fallaron los suyos, por lo que Francia se coló en semifinales.
El mejor partido de cuartos fue el Holanda-Argentina. Kluivert y el “piojo” López había llevado el empate al marcador. En la segunda parte, el “burrito” Ortega fue expulsado tras propinar un tremendo cabezazo al meta holandés Van der Sar. El fútbol le devolvía la jugada a los argentinos. En el último minuto, cuando todo el mundo esperaba la prórroga, Dennis Bergkamp convirtió un pelotazo al área en una obra de arte. Controló el melón con la punta de la bota, recortó al defensor y con el exterior del pie colocó el balón en la escuadra (foto). La mejor demostración de técnica, plasticidad y control absoluto de los tiempos. Pura poesía.
Con Brasil, Francia y Holanda en semifinales, le tocaba el turno a Alemania. Los bávaros se enfrentaban a una selección croata recién salida del cascarón y nadie en su sano juicio valoraba la eliminación de los alemanes. Croacia, recién independizada de Yugoslavia, consiguió reunir en su equipo a grandes jugadores como Boban, Jarni, Prosinecki o Suker. No parecían suficientes armas para plantar cara a la poderosa Alemania. Sin emabrgo, en la primera mitad, una rigurosa expulsión de Woerns tras una entrada sobre Suker dejó a los alemanes en inferioridad. Esto allanó el terreno a los croatas que humillaron a la “Mannschaft” (3-0) con goles de Jarni, Vlaovic y Suker (foto). Los “tanques pesados” nunca antes parecieron tan débiles. Croacia, desde ese momento, se convirtió en la sensación del mundial.
Brasil buscaba su quinta final mientras que Holanda rezaba para que el dios del fútbol le devolviera aquello que aún le debe. Al filo del descanso, Ronaldo recibió un pase diagonal de Rivaldo y encaró la portería. Cocu le agarró, le empujó y le zancadilleó, pero “el fenómeno” aguantó en pie sin inmutarse. Con un disparo raso batió a Van der Sar y adelantó a los cariocas. A partir de ese instante, el “dunguismo” se apoderó de la “canarinha” que trató de controlar el partido sin correr grandes riesgos. A tres minutos del final se hizo justicia. Kluivert conectó un cabezazo perfecto que llevó el partido a la prórroga. El miedo paralizó a ambos equipos que decidieron jugarse el pase en los penaltis. Allí Holanda agrandó su maldición. Cocu y Ronald de Boer fallaron sus lanzamientos para darle a Brasil su quinta final mundialista.
Al igual que con Holanda, el fútbol también tenía una cuenta pendiente con Francia. Los galos se jugaban el billete a la final en el Parque de los Príncipes ante la “cenicienta” Croacia. Debían ganar por los Fontaine, Kopa, Giresse, Tiganà, Papin o Platini. Es cierto que habían abandonado ese fútbol de salón que siempre les había caracterizado. Ahora imperaba el músculo y la fuerza. Pero era por una buena causa… Suker adelantó a Croacia para asegurarse el pichichi del torneo y hacer estallar todas las alarmas en el mismísimo corazón de París. Cuando peor pintaba el asunto para los franceses, quiso el destino que un lateral de origen caribeño se convirtiera en el héroe de las galias. Un Asterix del siglo XXI, moreno, alto y musculado. Lilian Thuram no sólo se limitó a empatar el partido, sino que anotó un segundo gol para darle a la "Francia del mestizaje" la victoria y el pase (foto). Croacia se difuminaba en mitad de la algarabía francesa. El colegiado señaló el final y la carroza se convirtió en calabaza. No hubo sorpresa. Brasileños y franceses lucharían por alzar la Copa del Mundo.
Ronaldo se presentó en la final tras haber cuajado un gran campeonato y con la oportunidad de certificar su condición de número uno mundial. Pero aquella noche en Saint-Denis, el astro brasileño no andaba fino. Un control que se le escapa, un pase fácil que no llega a su destino, un disparo muy desviado… Algo no iba bien. Por el contrario, en el otro bando, surgió la figura del que toda Francia estaba esperando. Zinedine Zidane no había brillado en el que debía ser su mundial, pero decidió aparecer en el momento más decisivo. Primero encarriló el partido con dos cabezazos casi idénticos y después se limitó a controlar el mediocampo a su antojo. Cambios de juego, pases al hueco, regates, ruletas… todo un recital. En el descuento, Petit marcó el tercero para poner la guinda al pastel. Francia por fin tenía su mundial.
Tras el encuentro saltó la noticia. La noche antes de la final, Ronaldo se despertó convulsionando y echando espuma por la boca. Su compañero de habitación, Roberto Carlos, gritaba desesperado "¡Ronaldo se muere!” mientras Cesar Sampaio le sujetaba la lengua para evitar su asfixia. La versión oficial habló de un ataque epiléptico, aunque siempre hubo mucho misterio en torno a aquel suceso. Con el susto aún en el cuerpo, Ronaldo se fue recuperando poco a poco y decidió jugar la final. Se dice que “el fenómeno” tenía un contrato con “Nike” que le obligaba a jugar todos los partidos del mundial. La firma deportiva siempre lo negó. En cualquier caso, Ronaldo nunca debió disputar aquel encuentro.
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