Alemania 74


Si alguien me pregunta quién ganó el mundial del 74, tendría serias dudas a la hora de contestar. Y es que la nueva Copa del Mundo se iba a quedar en Alemania, pero la vencedora moral del torneo, sin duda, fue la vanguardista selección holandesa.


Ninguna de las grandes favoritas de la época quiso perderse la cita mundialista. Quizás las ausencias más notables fueron las de Inglaterra y España. En la fase europea de clasificación, la selección española había ganado a Grecia y empatado ante Yugoslavia lo que le llevó a un nuevo partido de desempate ante los balcánicos. En el encuentro jugado en Frankfurt, España no fue capaz de generar ni una sola ocasión de peligro en los noventa minutos. Yugoslavia se llevó el partido merced a un solitario gol de Katalinski. De esta forma, España se quedaba de nuevo sin jugar un mundial.

Holanda llegó a tierras germanas como la gran favorita al título. A pesar de su pobre bagaje histórico en las anteriores citas mundialistas, contaba con un excelente plantel comandado por el que estaba llamado a ser el sucesor de Pelé como mejor futbolista del planeta: Johan Cruyff. El flaco venía derrochando talento desde sus inicios en el Ajax. Llegaba con dos balones de oro bajo el brazo y las ganas de consagrarse donde lo hacen los grandes: en un mundial. Para ello contaba con la ayuda de un gran seleccionador, Rinus Michels, y una generación de buenos futbolistas como Neeskens, Rensembrink o Johnny Rep.

El mundial de Alemania estrenó un nuevo formato. Se establecieron dos fases de grupos, lo que suprimió las eliminatorias directas y con ellas se vio reducido el factor sorpresa y por consiguiente, el espectáculo puro y duro. La primera fase nos dejó un partido histórico. Alemania Democrática y Alemania Federal quedaron encuadradas en el mismo grupo lo que provocó el enfrentamiento entre ambas. El destino quiso que una vez más, política y fútbol tuvieran que convivir durante noventa minutos. Días antes del encuentro se generó una gran alarma por la posibilidad de un atentado terrorista. El triste recuerdo de los acontecimientos acaecidos dos años antes en las Olimpiadas de Munich, perduraba en la cabeza de todos. Por ello el partido se disputó bajo unas fuertes medidas de seguridad. Un helicóptero sobrevoló el estadio durante el encuentro y varios francotiradores vigilaban desde las azoteas colindantes. Por suerte no hubo que lamentar ningún tipo de incidente. 


En lo estrictamente deportivo, Alemania Oriental venció a sus vecinos de occidente por 1-0 con gol de Sparwasser (foto), el cual hizo célebre la frase: "Rematé desde el este con dirección al oeste". La victoria de los orientales fue sorprendente, pues su combinado estaba formado por jugadores amateurs, mientras que los occidentales eran profesionales de alto nivel. Aquel gol fue utilizado por el régimen comunista con fines propagandísticos. Lo cierto es que el tanto de Sparwasser condenó a su propia selección a jugar la segunda fase ante brasileños, argentinos y holandeses, mientras que Alemania Federal evitaba a los rivales más poderosos en su camino hacia la final.


En el resto de grupos destacó el buen fútbol de una extraordinaria selección polaca. Ganó sus tres partidos, dos de ellos ante rivales de pedigrí como Italia y Argentina. Aquella gran Polonia venía de ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Munich y de eliminar a Inglaterra en la fase de clasificación europea. Estaba liderada por un genial futbolista: Grzegorz Lato. El extremo polaco anotó siete tantos durante el mundial y se proclamó máximo goleador del mismo. Holanda acaparó todos los aplausos y eclipsó, injustamente, a la mejor selección polaca de la historia.


En la segunda fase Holanda quedó encuadrada en el peor grupo posible. Argentina y Brasil esperaban a los holandeses con las uñas afiladas. Sin embargo, en el primer encuentro ante Argentina, la Naranja Mecánica demostró su poderío endosando cuatro tantos a la albiceleste con doblete de Cruyff incluido. A manos de los holandeses también cayó el vigente campeón, Brasil. Los cariocas recibieron de su propia medicina, ya que el fútbol total de Holanda era muy similar al que practicaron los brasileños en el 70. La alargada sombra  de Pelé era una losa demasiado pesada para la nueva generación de pipiolos brasileños. En este encuentro, Cruyff destacó sobremanera y puso la guinda al pastel con una de sus míticas voleas (foto). 2-0 y Holanda a la final.


El fútbol total de Holanda revolucionó el mundo del balompié. Si el Brasil del 70 daba una libertad de movimientos a sus jugadores nunca vista anteriormente, los holandeses llevaron esta idea casi al extremo. Eso sí, la solidaridad entre las diferentes líneas era algo sagrado. Todos atacan y todos defienden. Esa era la consigna principal. Un lateral en un momento dado podía convertirse en delantero, siempre que un compañero ocupara el puesto que dejaba huérfano. De esta manera, el juego de Holanda era una armoniosa coreografía en la que todos los jugadores se movían libremente por el campo, basculando a un lado y a otro en función de la posición del esférico. La Naranja Mecánica fue pionera en conceder una importancia vital a los movimientos sin balón. Además, la intención ofensiva era muy clara: toque, toque y más toque hasta encontrar el hueco. ¿Les suena?


La segunda fase de grupos deparó una final nada sorprendente entre Holanda y la anfitriona Alemania Federal. Un día antes, Polonia reclamó parte del protagonismo al vencer a Brasil en la lucha por el tercer puesto. Lato hizo que el lateral brasileño Alfredo pareciera una tortuga y marcó un soberbio tanto que le dio el merecido triunfo a los polacos (foto). Brasil, por su parte, evidenció la urgente necesidad de buscar savia nueva para una canarinha en horas bajas.


En el Olímpico de Munich con 75000 alemanes rugiendo en las gradas, Holanda se presentó en la final con la idea de no renunciar jamás a su juego. Antes de que se cumpliera el primer minuto de partido, y sin que ningún alemán tocara el balón, Holanda se iba a poner por delante. Saque de centro y diecisiete toques repartidos a lo largo y ancho de todo el terreno de juego para encontrar una grieta en el muro germano. Una especie de vals en el que la pelota es la chica guapa del baile. No hay un ejemplo mejor para entender el fútbol total de la Naranja Mecánica. Diecisiete toques y un cambio de ritmo. Cruyff encontró un pasillo en el área y Hoeness se vio obligado a cometer penalty. Neeskens, fuerte y al centro, adelantaba a Holanda.


Alemania, llevada en volandas por sus aficionados, se fue al ataque. Holzenbein, tras una internada por la banda izquierda, se dio un chapuzón en la piscina. El árbitro picó y señaló los once metros. Breitner se encargó de poner las tablas en el luminoso. Berti Vogts, que había sufrido la velocidad de Cruyff en la primera jugada del partido, le cogió la matrícula al crack holandés y consiguió anularlo paulatinamente. Con su líder desaparecido, Holanda se atascó sin remedio. En una jugada por banda, el balón le cayó dentro del área al Torpedo Müller... y el resto es historia. Completamente rodeado de contrarios, el pequeño delantero germano se revolvió como un carterista en el metro y cruzó el balón ante un atónito Jongbloed. 2-1 para los locales y el partido al descanso.


En el segundo acto, más de lo mismo. Cruyff desaparecido en combate y Holanda navegando sin rumbo fijo. El fútbol total se desvanecía. Tan sólo alguna ocasión airada requirió la respuesta de un imponente Sepp Maier. Alemania controló el partido y apenas sufrió para mantener el resultado. El poderío físico de los Overath, Bonhof, Hoeness y compañía barrió literalmente el juego creativo holandés. Cruyff, tras cuajar un buen torneo, se diluyó en el momento clave y tras el encuentro afirmó: "Esta final la he perdido yo sólo". Beckenbauer alzaba al cielo alemán la nueva Copa del Mundo, mientras Holanda escribía la primera página de su leyenda negra en los mundiales.



Comentarios

  1. es importantisimo abrirse una bitacora a mo do de venta donde poder gritar las movidas mentales que nos hacen intrinsecamente intrinsecos

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  2. No puedo estar más de acuerdo. Ya tenía ganas de abrir una bitácora... y no será la última.

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