México 70


México le arrebató a Argentina la posibilidad de organizar la última Copa Jules Rimet de la historia. Los mexicanos jugaron con ventaja gracias a las recientes instalaciones construidas con motivo de las Olimpiadas del 68 celebradas en el DF. El tiempo daría la razón al comité, ya que el mundial fue un éxito de organización.


El mundial de México nos dejó el que probablemente sea el mejor combinado nacional de la historia. Si hablamos de Tostao, Jairzinho, Rivelino, Carlos Alberto o Pelé enseguida nos viene a la mente un equipo: Brasil del 70. Fiel exponente del fútbol brasileño, los cariocas desplegaron a lo largo del torneo un juego vistoso, alegre, puramente ofensivo, en el que quizás el punto más flojo era el de siempre, el portero. El otro gran recuerdo que nos dejó México 70 fue el mítico partido del siglo entre Alemania e Italia. Para muchos, el mejor enfrentamiento de la historia. Pero de eso ya tendremos tiempo de hablar más adelante...


Lo más relevante en la fase de clasificación fue la sorprendente eliminación de Argentina ante Perú, que consiguió entrar en el selecto club de los dieciséis participantes gracias en gran medida a su mejor jugador, Teófilo Cubillas, que tras el mundial sería elegido mejor jugador joven del campeonato.


Pero para sorpresa, la que se llevaron los brasileños cuando conocieron la noticia de que su seleccionador, el reconocido comunista Joao Saldanha, no incluiría a Pelé entre los jugadores elegidos para disputar el mundial. Saldanha alegó una presunta miopía del astro brasileño que nunca se pudo demostrar. Lo cierto es que el míster mantenía una tensa relación con Pelé desde hacía ya algún tiempo. Consecuencia: Saldanha fue fulminado en su cargo y sustituído por Mario Zagallo. Pelé entraría de nuevo en la lista para respiro de la torcida brasileña.


En la fase de grupos, además de Brasil, destacó la clasificación de Italia como primera de grupo a pesar de anotar un sólo gol en los tres partidos. Los italianos desplegaron su tan criticado juego defensivo y ante Suecia les bastó un disparo de Domenghini desde fuera del área (con ayuda evidente del arquero sueco) para colarse en los cuartos de final como líderes del grupo B. Ante Uruguay e Israel, cero a cero y a dormir. Típico de la vieja Italia...


Alemania clasificó para cuartos sin apenas despeinarse gracias a los eternos goles de un tal Gerd Müller. Los brasileños se llevaron de aquel mundial todos los aplausos posibles, pero si hubo un jugador capaz de hacer sombra a las estrellas cariocas, ese fue el Torpedo Müller. Probablemente era el jugador más antiestético de todo el campeontato, pero desde el primer partido se encargó de demostrar quien era el rey del gol. Sólo en la fase de grupos anotaría siete tantos. Cada uno más feo que el anterior, pero igualmente válidos. Terminó marcando diez, siendo el indiscutible máximo goleador del torneo.


Brasil maravilló al mundo desde que el balón comenzó a rodar. Con un 1-4 a Checoslovaquia en el primer encuentro, ya dejaron claro que aquel mundial llevaría su nombre. En ese partido ya destacó un veloz extremo de nombre Jairzinho que se convirtió en uno de los pilares fundamentales de Brasil en México 70. De hecho, marcó en todos y cada uno de los partidos que disputó Brasil en la fase final, algo que hasta ahora, ningún jugador ha logrado repetir. Aquel partido ante los checos también nos dejó el mítico disparo de Pelé desde el medio campo que no entró por milímetros. En la fase de grupos la actual campeona, Inglaterra, también claudicó ante el vendaval de fútbol brasileño, a pesar de la parada antológica de Banks tras un cabezazo magistral de Pelé. Y lo mismo pasó con Rumanía, que plantó cara merced a dos grandes jugadores como Dumitrache y Lucescu, pero que terminó en la lona ante un golpe franco imposible, también de Pelé. El balón cambió de trayectoria varias veces antes de colarse en la meta del desconcertado portero rumano.


Al ver los partidos de Brasil en México 70, la sensación es que los contrarios son equipos juveniles. Como cuando en el colegio jugaban los de 6º contra los de 5º y estos últimos gritaban aquello de "¡esto es abusada!". La diferencia era escandalosa. En muchos encuentros Brasil salía excesivamente relajada, e incluso comenzó perdiendo varios partidos. Pero no parecía importarles. Cuando lo creían oportuno, metían una marcha más y comenzaba el festival.

Son característicos de aquel Brasil los continuos cambios de ritmo de sus jugadores. Pelé recibía el balón y el mundo se paraba. Levantaba la cabeza y elegía la mejor opción. Un chispazo, una carrera hacia la portería, un rival que se queda atrás, de nuevo un frenazo en seco, otro rival por los suelos, un compañero que le dobla, un pase perfecto y un disparo cruzado imposible para el guardameta. Pelé dominaba los tiempos pero también dominaba, y de qué manera, el gol. En México, aunque seguía siendo delantero, su posición fue más retrasada de lo normal bajando a recibir a medio campo y ejerciendo en muchas ocasiones de organizador. Aún así, marcó cuatro tantos. Lo cierto es que en aquel equipo no había posiciones fijas y quizás ese fue el gran secreto del Brasil del 70. Los jugadores se movían con una libertad inusitada por aquel entonces en el mundo del fútbol. Tostao pasaba de la punta al extremo mientras Rivelino se colocaba como falso nueve. Carlos Alberto y Clodoaldo se incorporaban por sorpresa al ataque y Pelé... bueno, Pelé se movía por donde quería. Movimientos constantes que desquiciaban a un rival que corría como pollo sin cabeza buscando sombras amarillas. No sería una locura afirmar que el fútbol total nació en el 70 y lo inventó Brasil.


Los cuartos de final nos dejaron dos grandes partidos. En uno Brasil volvió a maravillar ante Perú venciendo por 2-4 con goles de Rivelino, Tostao (2) y Jairzinho. En el otro, Alemania e Inglaterra reeditaban la final del 66, en el que los alemanes degustaron el delicioso sabor de la venganza. Los ingleses se adelantaron 0-2, pero Beckenbauer primero y Seeler después (de espléndido cabezazo con la portería a su espalda), llevaron el partido a la prórroga. Allí apareció el de siempre, Gerd Müller, remachando un balón dentro de su hábitat, el área pequeña, para decidir el partido (foto). Alemania cicatrizó aquella tarde las heridas provocadas por el polémico gol de Hurst en la final de Londres. Italia y Uruguay serían los otros dos semifinalistas tras deshacerse de mexicanos y soviéticos respectivamente.


El recuerdo del maracanazo aún perduraba en la mente de todos los brasileños. Uruguay, bestia negra de los cariocas, se presentaba como un incómodo invitado en la fiesta verdeamarelha. Cubilla a los pocos minutos de partido, desató el pánico en la torcida brasileña. 1-0 y Uruguay repartiendo estopa. Aquel partido es recordado por ser uno de los más violentos de cuántos se recuerdan. La garra charrúa hizo honor a su nombre y trató de parar a los jugadores brasileños por lo civil o por lo criminal. Encontró, además, el beneplácito del colegiado español Ortiz de Mendíbil que fue bastante condescendiente con los uruguayos. Pero aquel equipo brasileño no podía quedarse sin premio. Los Pelé, Gerson, Tostao y compañía despertaron de la pesadilla y alejaron los fantasmas del maracanazo con un derroche ofensivo sin precedentes. Clodoaldo empató demostrando que en Brasil todos atacan. Rivelino y Jairzinho finiquitaron el choque. Pero lo más recordado en aquel partido fue el regate sin regate de Pelé, que para desgracia del fútbol mundial no terminó en gol. Un pase diagonal de Tostao llegó a Pelé que se adelantó al notable arquero uruguayo Mazurkiewicz. Sin embargo, Pelé dejó pasar el esférico, sin tocarlo, lo que provocó el desconcierto total en el portero charrúa que a día de hoy todavía está buscando el balón (foto). Pelé, algo escorado cruzó la pelota con el portero ya batido, pero el esférico salió rozando el poste. Sin duda uno de los quiebros más bellos de la historia.



La otra semifinal entre italianos y alemanes merece especial atención. No es para menos, pues el encuentro sería recordado eternamente como el partido del siglo. Bonisegna había adelantado a los italianos nada más comenzar el encuentro, pero en el último suspiro, Schnellinger igualó y el partido se fue a la prórroga. Una prórroga memorable que comenzó con un gol de Müller (como no) aprovechando una indecisión de la defensa azzurra. Empataron los italianos a balón parado y poco después se pusieron por delante gracias a un gol de Gigi Riva, el que para muchos es uno de los mejores delanteros que ha tenido Italia en su historia. Por si al partido le faltaba épica, Beckenbauer tuvo que disputar gran parte del encuentro con el hombro dislocado y el brazo en cabestrillo (foto). Pero Alemania jamás se rinde. En el 110, de nuevo Müller, siempre Müller, empataba el encuentro a falta de escasos minutos para el final. Contra todo pronóstico, Italia sacó de centro, hiló una última jugada y el bambino de oro, Rivera, marcó el 4-3 definitivo. La estrella italiana aún no había tenido la oportunidad de brillar en el mundial, pero lo cierto es que apareció en el momento más dramático. Los espectadores mexicanos se frotaban los ojos. Italia jugaría en el Azteca la final ante Brasil.


Tras las emociones vividas en la semifinal, los italianos se presentaron ante los brasileños con las ideas claras. Defensa férrea y tratar de sorprender al contragolpe. Brasil, por su parte, fue fiel al fútbol brillante que le había llevado en volandas hasta la final del torneo, aunque por algún motivo, ese día tardó en encontrar su sitio en el campo. Aún así, el planteamiento azzurro se desmoronaba a las primeras de cambio. Justo lo que tardó Pelé en levitar sobre la cabeza de Burgnich, mantenerse unos eternos segundos en el aire y dibujar un cabezazo perfecto ante el que nada pudo hacer Albertosi. Maravilloso salto y remate de O'Rei que encarrilaba el choque para Brasil (foto).


Pero Italia no le perdió la cara al partido y a la media hora consiguió empatar el encuentro. Bonisegna se aprovechó de una serie de errores provocados por Clodoaldo, Carlos Alberto y Brito y batió a Félix dejando en evidencia las miserias de la defensa brasileña. Empate a uno al descanso y una sensación flotando en el ambiente: Brasil no era la misma de anteriores encuentros.


Esas sensaciones se disiparon en el segundo acto. Los cariocas desplegaron un juego marca de la casa, mucho más combinativo y alegre que en la primera parte. Probablemente Italia empezó a pagar los excesos de la prórroga infernal ante Alemania. Pero no fue hasta el minuto 68 cuando la canarinha logró ponerse por delante. Gerson desde fuera del área confirmaba la pegada brasileña demostrando que cualquier jugador de Brasil estaba en condiciones de marcar goles. Jairzinho marcó el tercero y el capitán de aquella selección mágica, Carlos Alberto, cerró el partido a pase de Pelé tras una jugada combinativa memorable. Con Carlos Alberto nació el genuino lateral brasileño. Los Dani Alves, Maicon, Roberto Carlos o Marcelo le deben mucho al capitán del 70. Probablemente gracias a él, hoy son esos laterales técnicos, ofensivos, veloces, potentes y siempre dispuestos a sumarse al ataque cuando la ocasión lo requiere (y cuando no, también).



Pelé se despidió de los mundiales saliendo a hombros del Azteca con un gran sombrero mexicano sobre su cabeza. Se consagró un año más como el mejor jugador del planeta y logró su tercer campeonato mundial. La copa Jules Rimet viajaba para siempre a Brasil.

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